...a través de Bertha Dudde - 22.08.1949
BD 4721 Cristo Cabeza de Su Iglesia … Miembros de la verdadera Iglesia …

La Cabeza de la Iglesia de Cristo sigue siendo Jesucristo Mismo … Porque esta Iglesia, que comprende la comunidad de los creyentes, es decir, de aquellos que se ponen bajo la cruz de Cristo y quieren participar en la Redención mediante Su sangre, que Él ha derramado por la humanidad pecadora, está fundada en la fe de Su Obra redentora. Su Iglesia no se puede entender de otro modo que a través de esta fe en Él y Su obra de Redención, y así deben entenderse también las palabras de Jesús: “Tú eres Pedro, la roca, sobre ti edificaré Mi Iglesia …”

Pedro fue el más creyente entre Sus discípulos, y reconoció la misión del hombre Jesús, creyó en Él como Hijo de Dios y Redentor del mundo, aunque en horas de angustia terrenal puso el mundo en primer lugar, lo que le llevó a triple negación. Su fe no se debilitó, sólo su carne flaqueó ante el temor y la angustia de los acontecimientos que rodearon a Jesús. Por tanto, quien quiera pertenecer a Su Iglesia tiene que reconocer a Jesucristo, y por eso Jesucristo siempre tiene que ser reconocido como señal de pertenencia a Su Iglesia.

Y por eso también se tendrá que proclamar su Enseñanza en Ella, es decir, hay que enseñar lo mismo que Jesús enseño a Sus semejantes … El Evangelio debe ser llevado a la atención de los seres humanos. Porque su conocimiento es necesario para poder reavivar la fe en la Redención por medio de Jesucristo. Porque sólo la verdadera fe es la razón por la cual el ser humano entra en la relación correcta con Aquel que ha adquirido para él la felicidad a través de Su muerte en la cruz … (23.08.1949) Por lo tanto, los seguidores de cada denominación pueden tener el derecho a ser miembros de la verdadera Iglesia de Cristo, siempre que tengan fe en Jesucristo y Su obra de Redención y hayan penetrado en Su Evangelio y llevan su estilo de vida de acuerdo a Su divina Enseñanza de amor.

Estos solos son los signos de la Iglesia Que Jesús Mismo fundó en la Tierra; que los seres humanos permanezcan en Su Espíritu, no olvidándolo nunca y esforzándose por seguirlo en obra, palabras y pensamientos … La fe en Jesucristo determina al hombre a llevar una conducta de vida correcta, porque las Palabras de Jesús, Su Evangelio, son santas para él; Él las respeta como Palabra de Dios y busca vivirla. Y de esta manera despierta el espíritu a la vida dentro de sí mismo, y la obra del Espíritu es entonces el signo más inequívoco de ser miembro de la verdadera Iglesia de Cristo.

Sin embargo, no son los vínculos externos, el cumplimiento de formalidades externas o la pertenencia forzada de manera tradicional que hacen que un ser humano cuente como miembro dentro de una comunidad de creyentes. Porque entonces no puede contar con el despertar del espíritu, lo cual exige mucho más que pertenencia externa solo de nombre. Quien ve a Jesucristo como cabeza de la Iglesia, se esfuerza conscientemente hacia Él y para él Su Palabra es el Evangelio … el único camino hacia la mera … porque la Palabra es carne y sangre de Jesucristo, es pan y vino del Cielo; Por tanto, debe conducir también al Cielo, tiene que conducir a la unificación más estrecha con el divino Redentor Mismo y, por lo tanto, hacer bendecido.

La Palabra es por tanto el núcleo de la Iglesia de Cristo, la Palabra es Su Enseñanza de Amor, y dondequiera que ésta sea llevada a los humanos, allí estará siempre la verdadera Iglesia de Cristo. Y quien recibe Su Palabra en su corazón y vive de acuerdo con Ella, es Su seguidor, es miembro de Su Iglesia, la cual siempre debe ser entendida sólo espiritualmente y por tanto no está ligada a organizaciones terrenales. Sin embargo, cualquier organización eclesiástica terrenal puede incluir miembros de esta Iglesia, siempre que cumplan las condiciones de ser verdaderamente creyentes seguidores y confesores de Jesucristo y de Su Obra redentora …

Amén